понеделник, 2 януари 2017 г.

De Ibiza a Malaga en bici - tercera parte


   26.10.2016

   Me levanté a la hora habitual. Ya no había mosquitos. Pero había aviones. Muchos. Ayer dejaron de salir sobre las nueve, lo que se agradecía, pero ahora salen cada dos o tres minutos.


   Por lo visto era un aeropuerto militar (más tarde vi algunas señales que lo indicaban) y estaban dando clases a los pilotos. Sonaban súper raro al despegar, como batidoras.


   Hice fotos, maté algunos mosquitos, pagué y decidí ver adónde llevaban las pasarelas descubiertas la noche anterior.



   Efectivamente, llegaban hasta el pueblo de al lado, lo mismo que la carretera, pero la ausencia de mosquitos agradece el paseo. Además no se veía ni un alma.


   Pedaleando por el paseo marítimo quiero tirar al menos durante una hora antes de parar y tomar café.


   Todo va bien pero, al pasar al lado por un pasaje escucho a unos españoles que hablan y se ríen desde una cafetería al fondo. Uno de esos sitios que te dan confianza y parecen tener buena atmósfera, con los clientes tomando café y desayuno. Frené, me di la vuelta y paré allí.



   Un desayuno tradicional andaluz. Hacía bastante tiempo no me habían servido una tostada como debe de ser: el tomate aparte. Odio cuando me ponen la tostada con el tomate untado, el aceite no puede llegar a empapar el pan y se pierde gran parte del sabor.
   Decidí escribir un rato, desayunar, tomar café tranquilamente vaguear un poco y continuar.

   Aquí puedo comprobar lo bueno que es viajar solo, me encontré con un primo. No tenía ni idea de que tuviera familiares por aquí...


   ...podéis ver a mi primo que también sonríe feliz.
   Seguí por el paseo, hasta que acaba cortado por una base militar...


   ...y mirando hacia los parasoles parecería que a los pilotos también les gusta tomar un baño de vez en cuando.


   En realidad la base parecía dar visos de estar casi abandonada, pero aun así tuve que rodearla. Por lo que sé el ley prohíbe cortar el paso hacia las playas, incluso los hoteles están obligados a abrir pasos hacia la playa, si el área alrededor les pertenece y la tienen vallada. Pero tener detrás tuya unos cuantos miles de militares con tanques y aviones hace que cambien las cosas... (:
   Encontré un carril bici en mi dirección y lo seguí hasta que se acabó en mitad de la nada. No había paso para bajar del bordillo, estaba cortado por un lateral y todo eso sin indicación de final de carril o lo que fuera, como es habitual en España, vaya. Tuve que volver hacia atrás para poder salir a la carretera.


   Y en esa rotonda ¿hacia dónde?...



   Continúe hacia Cartagena, cruzando La Unión, ciudad minera y flamenca. De minera ha quedado poco por lo que se ve, de flamenca no puedo decirlo.


   Después una buena pedaleada llegué a Cartagena. Por el camino no había nada que merezca ser mencionado, solo veían, al lado izquierdo, los montes que me separaban de las playas. Estaba buscando ruta por allí, pero por lo visto no hay. Cartagena no me gustó mucho al entrar, me pareció una ciudad algo descontrolada y sucia. Aunque cuando llegué al centro histórico se me antojó bastante bonito con sus callejas limpias, bien conservadas.



   Pero la otra parte es normal, la parte turística de la ciudad. Hay un teatro romano, pero tampoco tenía mucho interés en verlo. No había dónde dejar la bici, no tenía ganas de pagar entrada, además en mi ciudad natal tenemos un teatro romano precioso.



   A la ribera del río (no se como eso se le puede llamar a esto río) hay carriles para bicicletas (el otro lado es más bonito, pero había muchos ciclistas y peatones), por lo que agradecí la hora de salir de la ciudad y escapar del tráfico.


   Después encontré con un carril bici claramente señalizado: prohibido para peatones. Cerca había otro peatonal con su indicación: prohibido para ciclistas. Por mi parte, ninguna objeción.
   El carril seguía unos 2 o 3 kilómetros y llegaba a un parque. Entre las rejas pude ver bancos, mesas y barbacoas. Pensé sentarme allí y preparar lo que me quedaba de la comida, ya volvía a tener hambre. Pero no, no podrá ser posible. Al llegar a la puerta vi que la entrada al parque costaba 4 euro. Me temo que no!

   Rodeé el parque y salí al otro lado, encontrando el camino para salir de la ciudad gracias al GPS; lo malo es que había olvidado comprar agua. Tampoco me molestó demasiado porque pensaba repostar en un pueblo cercano que estaba de camino. Pero tampoco me salieron las cuentas, llegué al pueblo sobre las dos y media y todo estaba cerrado.


   La carretera era continuas subidas y bajadas, tráfico casi inexistente, todavía menos sombra, de viento ni hablar. Tan solo se escuchaban las chicharras. En ese momento echo una mirada al kilometraje y veo que las temperaturas rozan los 38 grados. Joder macho! estamos a los finales de octubre ¿de dónde viene tanto calor? Sudaba como un pollo, muerto sed, pero tenía menos de medio litro de agua y bebía sorbitos de vez en cuando para refrescar la boca.

   A lo lejos veo un cartel grande indicando un restaurante. Bien, bien, voy a descansar, a beber agua, un cafelito, un poco de sombra.... Ya, ya, las tres de la tarde y el restaurante cerrado. Bebí un trago de agua y continúe, la subida empinaba se me hizo interminable. Poco más allá vi una venta, casualmente cerrada desde el final de la temporada de verano. Estaba en venta. Me senté bajo la sombra de un árbol en el porche de la venta, saqué mi camping gas y me puse preparar lo que quedaba de la ensalada y la chistorra. Descansé un rato, bebí un poquito de agua y continúe camino.


   Vi el señal del pueblo ese y me sonreí. No por mucho. El pueblo consistía en exactamente 3 (tres) casas y una finca. Ah sí, también una parada de autobús. Un kilómetro mas lejos vi otras dos casas. Y punto.


   Unos kilómetros mas lejos leo en otra señal: La Torre de Nicolás Pérez. Estuve fijándome bien, pero vi ni la torre ni al tal Nicolás. El pueblo era una aldea con casas y fincas por todo alrededor, pero nada centralizado. No había gente, ni perros, ni nada y así durante otros 2 o 3 kilómetros. Y entonces apareció una parada de autobús, con par de contenedores para basura...


   ...y delante encuentro una fuente!!! Con esta fuente los vecinos de la aldea agradecían a su alcaldesa haber traído el agua potable al pueblo una década atrás. Un regalo para mis pesares.
   Rellené las botellas, bebí agua y seguí subiendo. Aunque no por mucho, porque poco después empecé a descender con una buena velocidad.


   Bueno, por desgracia tuve que subirlo de nuevo después, pero se agradece una buena bajada, de verdad.


   Además al subir a la siguiente colina me esperaba una vista impresionante! 10% de inclinación, yupi!!!
   Al principio pensaba que no estaría tan guay, porque las curvas me obligaban bajar a menos de 20km/h, pero después....


   ...después estaba volando! Hace años, en Marruecos, conseguí 89km/h y desde entonces no había pasado de los 70.  No se puede explicar, el placer es...



   Llegué a un pueblo, Isla Plana, donde me senté tomar café en un centro social. Entré, pedí y salí a sentarme fuera. No me di cuenta de cuánto tiempo había pasado porque había estado escribiendo, pero de repente vino el chico con el café y me dijo, que aquí cada uno se sirve a sí mismo. Lo miré con una mirada de atontado y le pedí disculpas, que no me había dado ni cuenta. “Nada, nada, ya veo, por esto te lo traje yo”. “Muchas gracias, tío”.

   Subiendo las colinas me di cuenta, que el kilometraje se me había puesto a cero de nuevo. Este problema se me aparecía mucho en Marruecos, cada vez que pasaba al lado de un radar la memoria temporal se ponía a cero, pero en España esta fue la primera vez. Sabía que ayer había terminado con 330km, esta noche lo anularía de nuevo para empezar mañana a cero, mientras el día de hoy lo iba a calcular con el google maps.


   Tomé el café, hice una foto y continúe en búsqueda de camping. Había visto que existía uno a unos 20km más allá, solo esperaba que no fuera caro ya que no había otro en mi dirección. Al menos cerca.




   El camping se encontraba en Bolnuevo, era muy bonito y costaba 10 euros, algo más que aceptable. Estaba a tope, lleno de alemanes, holandeses y no sé qué más.


   El único inconveniente era que la esquina habilitada para las tiendas estaba justo al lado de la playa y expuesta al viento. Monto la tienda, me dio la vuelta para buscar las piquetas y la tienda sale volando. Por suerte la pude atrapar antes de que saltara sobre las vallas. Después pedí a un alemán que me prestara un martillo, el suelo estaba tan duro que no podía clavar las piquetas. Para colmo, los baños estaban a 300m de mi tienda. Quizás en el verano sea algo molesto, la gente que pasa por el paseo, pero hoy se estaba bastante tranquilo, aunque a veces se paraba gente y observaba mi bici y cómo estoy cocinando. Algunos les impresionaba que alguien pudiera viajar así en bici y me preguntaban una cosa u otra.

   27.10.2016


   Sobre las 9.30 estaba listo para seguir. Continúe por la costa, pedaleando tranquilito y de pronto parece que la carretera está cortada, el paso prohibido, pasa por otro lado. Oye, pero quiénes sois vosotros para decirme por dónde voy ¿eh? Que yo soy búlgaro y voy a pasar por donde me dé la gana. Así que giré a la derecha y continué por un camino de tierra, subiendo la colina. Pero al rato tuve que bajar y continuar empujando...


   ...no es que la inclinación fuera dura, pero era casi imposible pedalear con todas las piedras, las ruedas se deslizaban, la bici temblaba, me daba pena de mi bici.


   Ahí iba yo, empujando la cabra mientras hablaba con una familia inglesa hasta que el camino se hizo mas llano. Pedaleé un rato y tuve que empujar de nuevo porque había que remontar la colina. Desde lo alto pude comprobar que la carretera de abajo estaba cortada por un derrumbamiento de tierra, pero no pude ver si se hubiera podido pasar con la bici, poco importaba ya.


   El camino que rodeaba la colina...


   ...y continúo bajando, pero una bajada de las buenas. Había una señal de BTT, la seguí, aunque más bien soy CTT (ciclo turista torpe (: ). La bajada: piedras sueltas, arena, grietas, buena inclinación, pero estaba harto de empujar, asi que me subí a la bici para tirarme cuesta abajo. Nada más arrancar ya me di un susto, porque el pantalón se me enganchó al sillín y me quedé apoyando todo mi peso en el manillar. Por suerte pude librarme a tiempo antes de salir “de orejas”.

   Estaba bajando con los dos frenos pisados a tope, menos mal que el delantero ya casi no frena, si se me hubiera clavado la rueda ahora no podría estar escribiendo este blog.


   En ese momento me di cuenta que se me enterraba la rueda trasera y no tuve más remedio que liberar los frenos y seguir volando a unos 30km/h cuesta abajo. Al llegar al cambio de rasante tuve que bajar y empujar de nuevo por las piedras.


   Poco más tarde llegué a un cruce y decidí ir a la izquierda, pensando salir a la carretera. A vez de eso di con una playa solitaria, por lo visto la carretera no llegaba hasta el siguiente pueblo por la costa.


   En realidad esto seguía playa tras playa, cala tras cala... ¡Cuánta belleza! Lo único malo era el camino, estaba en un estado lamentable. Casi no se podía pedalear, a veces, ni siquiera podía empujar. Estaba tan inclinado que ponía la bici a través del camino, la cargaba a pulso, la movía 20cm y después desplazaba despacito los pies, enganchados entre las piedras, y así una y otra vez. Brutal!
   En realidad todo alrededor era un laberinto de caminitos y senderos, supongo que me pillaron los más duros. Pero bueno, toca lo que te toca.

  Durante unos 10-12km tuve que hacer tramos muy complicados. Aunque fue duro me gustó, me sentía bien. Mantenía una velocidad bastante baja, algo que me frustraba, porque desde Málaga me animaban a acortar mi viaje y prácticamente no había hecho kilómetros hoy. Por otro lado, estaba decepcionado al no poder conocer la área, había un montón de sitios para montar la tienda sin preocupaciones. Vi muchísimas caravanas. Por lo visto la policía no viene a molestar, aun siendo zona protegida.


   El sol pegaba fuerte tras la cortina blanca y el mar me estaba llamando, pero no quería perder más tiempo. Por suerte soplaba un viento suave y refrescante.
   Pero el tiempo pasa rápido, los kilómetros también, y todavía sin parar a tomar café.


   Y, ese un momento, delante mía, aparece una magnífica playa de arena, con un chiringuito precioso. Idílico!
   Café, agua, descanso y rock de los 70s y 80s. El sueño de cualquier aventurero!
   Sin darme cuenta pasa hora y media y tengo que seguir. Visto lo visto ya no quedaba camino que seguir por la playa, se veían senderos, pero eran brutales para la bicicleta, en especial si vas cargado. Así que tuve adentrarme. Poco a poco empezaron aparecer los invernaderos.


   Todo alrededor estaba cubierto de basura, pero mucha basura. Por todos los lados aparecían y esos trozos de nylon. De algún lado salía un olor asqueroso. Pero no un olor, un hedor! Y no un simple hedor, si no “El Hedor”! Hasta di una vuelta a comprobar si no estaba por ahí el Apestoso Ron de Pratchett. No, no estaba. Pero notaba la pestilencia incluso respirando por la boca.


   Más tarde me percaté de que estaba plagado de marroquíes y me di cuenta porque todo esta tan sucio. No quiero parecer racista pero, hay un dicho en mi país, el gitano es gitano, vaya donde vaya.. Hace años, cuando crucé Marruecos también vi campos enteros cubiertos de botellas, papeles, plásticos, basuras y no sé que más. Y mientras allí puedo entenderles, al no tener empresas de limpieza, en España no se les puede perdonar.
   Así llegue a Calnegre. Un pueblo pequeño, al lado de una playita y el camino, que pasaba por allí. Unas 30 casas, dos bares y unos columpios, había una tienda que estaba cerrada. Todo parecía muy deprimido. Las casas estaban pintadas de amarillo, pero la pintura estaba aclarada por el sol, se veían grietas, en general todo alrededor, la basura, la gente el pueblo, todo parecía muy deprimente. No paré ni para rellenar las botellas, aunque no tenía mucha agua. Tampoco me apetecía pagar el precio de la botella en el bar. También me hacia falta un café, pero tampoco tuve ganas de tomármelo aquí.

   Vi una indicación de un sendero hacia Águilas, pero no me daba mucha confianza, así que pregunté a un hombre que cargaba un camión al lado. Me dijo que era imposible, la ruta hace tiempo que no estaba mantenida y se encontraba en mal estado, mucho de los pasos por encima de los barrancos están destruidos, no hay manera. Pero si sigo p´alante, en el pueblo “Nosecual” puedo desviarme a la izquierda y coger una vieja carretera hacia Águilas, que casi no se usa hoy día. Pero que hay subir una colina alta por el camino. “Ah, no pasa ná, la subiré, yo vengo desde Denia y he subido todas las colinas antes de Benidorm, así que tampoco será para tanto. Me miraba con cara rara, quizá nunca habría pasado por aquellas cuestas.

   Seguí mi camino, cruzando varias aldeas chiquititas, en una había tienda con una fuente delante...

   ...pero al igual que la tienda, la fuente estaba de descanso, así que de agua nada. En la próxima aldea vi columpios con una fuente al lado. Sin agua. Bueno, tengo una media botella todavía, no es grave. En los columpios había un grupo de marroquís de 30-40 años, uno había puesto música en el teléfono, mientras los otros jugaban en los columpios.


   Al lado de la carretera aparecieron unos tomates. Pensaba coger 2-3 para prepararme ensalada esa noche, pero decidí primero echarles una foto. En ese momento entre ellos apareció una boina, seguida de la cabeza de su dueño. José, hombre mayor, setenta y tantos años. Lo saludo, me responde y dice ¨Coge muchacho, coge todos los tomates que te dé la gana. Es que no valen nada, los voy a quitar de mi cabeza y ya estᨠLes habían atacado unos insectos y no podía salvarlos, estaba harto de ellos. Dice que piensa arrancarlos y sembrar habas, que dan menos problemas. Se mete entre ellos y empieza elegirme buenos tomates. Él delante, me coge tomate verde, yo atrás eligiéndolos rojos, que me gustan algo más maduros. Dice no los cojas, no están buenos por dentro. Pero no pasa nada, lo malo se corta y lo que queda está bueno para cocinar.

   Me conto que toda su vida había trabajado como albañil, pero ya no hay tanto trabajo, por eso empezó en el campo. Tiene el campo alquilado por 1200€ al año, ha sembrado muchas cosas, tomates, berenjenas, coliflor, col, no recuerdo qué más.  Hablando de berenjenas....


   ...ven y llévate una, yo ya las he recogido todas, pero han brotado de nuevo y no las puedo vender, su precio es demasiado bajo. Llena un cubo y me lo da... “Hombre, muchísimas gracias, de verdad, pero soy ciclista, no llevo remolque de carga. Con un par estoy más que contento. Pero muchas gracias”.  En fin, el tío trabaja duro y no se rinde.

   Sigo mi camino unos tres kilómetros y salgo al desvío que me dijo el camionero. Giro y cruzo por encima del camino corto...


   ...y continuo por mi camino...


   ...que empiezo subir la colina.


   Parte de la cuesta, que ya he dejado tras mía. Desde abajo se veía como subía la carretera, pero no le daba mucha importancia, podía ver donde sale en lo alto por lo visto, baja al otro lado.


   Parte del deprimente panorama.
   Y así sudando subo a lo alto, rodeo y...


   ...abro los ojos viendo como la carretera sigue subiendo por el otro lado, la siguiente colina y la siguiente...y por lo visto pasa al lado de ese repetidor allí a lo lejos.Ahora comprendo que esa mirada rara que me echó el hombre no fue por no conocer las cuestas de Benidorm, sino por conocerlas demasiado bien.
   Bueno, lo vi, hice unas fotos, tomé algo de agua y p´arriba, no hay vuelta atrás.



   He subido! Me ha costado, pero aquí estoy, en la cima. Después lo busqué en internet y me salió que son 400m de altura. Es verdad que muchas veces he subido los repetidores de Mijas con un accenso positivo de más de 1 kilometro, pero nunca con unos 20 kilos de carga y después de un día entero de pedaleo. Pero aquí estoy, en la puta gloria!
   Desde allí me esperaba una corta bajada, porque cada subida larga, dolorosa y lenta es muy corta con 40km/h, y llegué a Águilas. Desde la distancia veo un castillo, parece ser bonito...


   ...pero cuando vi la colina en cual se encuentra dije que no. NO! Por hoy basta de subidas. Ya.


   Unas escaleras por allí.
   Pasando por una tienda pequeñita me compré dos botellas de agua y me acerqué al parque que se veía tras la esquina...


   ...y donde decidí darme un capricho.
   Cerca había solo un camping y ya estaba anocheciendo, pero primero necesitaba un rato de relax. También quería comprar algo de carne para el plato de esa noche.

   Paseé al lado de una carnicería pequeña, pero por fuera veía en los expositores casi solo embutidos. Di otra vuelta y vi una frutería al lado, así que paré a comprar cebolla, pimientos y algo de fruta y me digo a mí mismo, pero qué coño, pasa y pregúntale al hombre si hay algo. Digo que me hace falta simplemente un trozo de carne, para añadirlo en la cazuela. Dice... “no se, quizá un muslo de pollo... Vale, tráigamelo para acá. Cuesta 90 céntimos, vale, empiezo buscar el dinero en la cartera y me pregunta si no quiero también algo de carne de cerdo... Le digo venga, pon y a ver como lo mezclo. No estaba mirando que lo me esta echando, sacaba monedas y el me dice ¨90 céntimos¨. Yo....¨ummm...¨... ¨Lo del cerdo es gratis, págame solo el muslo¨. Me quedé tan atontado, ni le pregunté su nombre, vaya...

   Llego al camping una media hora antes de anochecer, pregunto el precio y la chica me dice 17.50e. Se notaba que se sentía incómoda para decirlo, porque es un precio demasiado alto para un camping. Y el próximo está a unos 25km de aquí. Pero le deseé que tuviera una buena noche y me fui. Me acerqué a un edificio abandonado.


   Me preguntaba si quedarme allí, había unos vagabundos también. Uno de ellos, se notaba alcohólico, se acerco y me dice ¨Venga hombre, entra. Allí hay una habitación más o menos limpia, colócate allí y nadie te molestará. Si llega la policía como mucho te pedirá los papeles y te dirán que te vayas mañana y basta! Aquí al menos estás a refugio del viento y la lluvia.¨
   Pues que más da, me monté allí, todas las cosas estaban dentro de la tienda de todos modos. La bici la apoyé detrás de la tienda y por si acaso até sus ruedas con bridas a la tienda. Uno no debe confiar demasiado.


   Los trozos de cerdo que me había embalado el hombre. Utilicé solo uno de los trozos, con uno del muslo y un montón de verduras. No quedó nada. Muchísimas gracias y a José y al otro hombre. 

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